MEDIALUNAS DE MANTECA O DE GRASA ?



Hubo un tiempo en que el mundo se dividía en dos bandos: los que pedían el café con leche con medialunas de manteca y los que ordenaban medialunas de grasa. Mucho se dijo acerca del perfil de unos y otros; hasta se sugirió que mantequeros y grasientos tenían personalidades opuestas y que se trataban como perros y gatos. Los primeros llegaron a insinuar que las mujeres que tomaban el mate con medialunas de grasa eran, lisa y llanamente, peteras. Este debate hoy no tiene razón de ser, por el simple hecho de que las de grasa están a un paso de desaparecer para siempre de la faz de la Tierra. Se las acusa de ser caras para producir y de no tener identidad propia. “¿Son saladas? ¿Son dulces? ¿Qué carajo son?”, preguntan los más enojados.
Pese a que algunos aducen motivos sociológicas e inclusive psicológicas al asunto, lo cierto es que la extinción de la medialuna de grasa tiene una justificación básicamente económica.


 El sitio de noticias minutouno.com llevó a cabo una investigación muy pertinente sobre el tema. Para hacer entre 80 y 100 docenas de medialunas de grasa, que es una venta de un día en una panadería, un empleado se pasa 8 horas, mientras que para hacer la misma cantidad de manteca tarda una hora y media. Pero además, las medialunas de grasa no las hace cualquiera. Un “medialunero de grasa”, que es el tipo que se encarga de esta clase de manufactura, cobra un sueldo un poco mas alto que el "medialunero de manteca".
Son las panaderías las que están haciendo desaparecer las medialunas de grasa: la producción les demanda mucho tiempo y el encargado de hacerla cobra más que cualquier otro trabajador del gremio. Y aun cuando quisieran seguir fabricándolas, hay un obstáculo adicional: la falta de mano de obra. Cada vez hay menos “medialuneros de grasa” en el mercado. “Es muy difícil aprender a hacer la de grasa y ninguna persona joven quiere aprender el oficio porque es un trabajo tedioso”.


TODO MAL CON LAS DE GRASA
Con las medialunas de grasa está todo mal. Panaderos y mozos de confiterías y restaurantes coinciden en que el perfil del “medialunero de grasa” -en general son viejos cascarrabias que se sienten muy especiales y se la pasan puteando al resto del personal- es similar al tipo de gente que consume esta línea de panificados.
Más allá de estas disquisiciones, la verdad casi absoluta la tiene Las Medialunas del Abuelo, una empresa que fabrica dos millones de docenas por mes para sus más de 170 franquicias. Cada 100 medialunas que se venden, el 70 por ciento son de manteca. En todos los locales, palabras más, palabras menos, quienes las compran son jubilados y señoras mayores, gordas y de clase media-baja.


Hay quienes dicen que las medialunas franquiciadas pesan cerca de 30 gramos, es decir unos 20 gramos menos que las que se venden en confiterías y panaderías de ley.“Las hacen en unos hornitos microondas y son una estafa para el cliente; para eso que hagan facturas en miniatura, tipo sushi, y que se manden a mudar”dicen las panaderías tradicionales.
Lo que hay que admitir es que la medialuna de manteca tiene mucho marketing a su favor. No sólo es gordita y rebosante de azúcar, sino que además tiene muchísimas posibilidades, como por ejemplo ser rellenada de jamón y queso, algo que la de grasa no permite (le falta volumen, básicamente).
Así las cosas, todo indica que en un futuro más que cercano las medialunas de grasa serán un producto de nicho, casi sectario, que deberá pedirse por encargo y que no siempre será fácil de conseguir.
Las medialunas de grasa, entonces, son casi una especie en peligro de extinción… ¡salí corriendo a comprarte una docena!