"LA MUERTE ES EL DESTINO QUE TODOS COMPARTIMOS"

Steve Jobs, fundador de Apple y Pixar, ha fallecido a los 56 años de edad. El hombre que ha revolucionado el mundo de la informática y de la telefonía, inventó las tabletas y cambió para siempre las películas de animación, ha sucumbido finalmente al cáncer de páncreas que desde 2004 padecía. Murió el Walt Disney de nuestra era.
El legado que deja Jobs es inmenso: su gran revolución fue mezclar el frío mundo de la tecnología con el calor de las emociones. Supo trascender su imagen de inventor de cacharros y un depredador en los negocios, se convirtió en alguien que afectó profundamente la vida de millones de personas, cambiando para siempre la forma de consumir cultura: desde la música que escuchamos en nuestros iPod; las revistas o libros que leemos en un iPad; hasta la forma que nos comunicamos entre nosotros, con los iPhone.
Era disléxico y en el colegio era conocido como un chico problemático, al estilo de Bart Simpson: soltaba serpientes por el aula y explotaba pequeños artefactos de fabricación casera.
En una de sus diabluras, de joven y junto a Steve Wozniak – amigo por ese entonces y su futuro socio, con el que fundaron Apple - , aprovechó un fallo de la compañía telefónica AT&T para realizar llamadas gratis al extranjero. La primera que hizo fue al Papa, en el Vaticano, haciéndose pasar por Henry Kissinger.
Cuando presentó el primer iPhone, llamó a un Starbucks para pedir 4.000 cafés con leche para llevar.
Su salario en Apple era de 1 dólar al año. Pero los dividendos que le daban sus acciones en Walt Disney (poseía el 7 % de la compañía) le reportaban anualmente 48 millones de dólares. Ocupaba el puesto número 136 de las personas más ricas del mundo, según la revista Forbes, con un patrimonio estimado de 5.500 millones de dólares.



La compañía que fundó en un garaje de California 1976, ahora es la empresa más grande del planeta. No es exagerado decir que buena parte del éxito de Apple se debe a su tesón, a su grandísima capacidad de motivación, a su legendario perfeccionismo y a su empuje. Nadie sabe cómo puede afectar su pérdida al futuro de su empresa. Aunque seguro que dejó las líneas maestras de cómo veía el futuro de ésta, y por ende, el mañana de la tecnología.
Sus apariciones sólo se podían definir como mesiánicas: salía a la palestra cada 6 meses para anunciar productos que automáticamente se convertían en necesidades para la población mundial. El secretismo con el que su empresa diseñó sus gadgets fueron también su marca de identidad
Perfeccionista, malhumorado, inaccesible... son algunos de los adjetivos que le atribuyeron sus empleados.
"La muerte es el destino que todos compartimos". La frase, digna de un poeta, fue pronunciada por Jobs para aleccionar a los estudiantes de Stanford en 2005, para que no perdiesen ni un minuto de su vida. Básicamente, es lo que él hizo. Seguro que hasta el último suspiro.